Mérida.- El dzidzilché es un arbusto endémico de la Península de Yucatán que crece en regiones no perturbadas, mundialmente es conocido por el sabor que sus flores impregnan a la miel producida por la abeja melipona, oriunda de esta zona de México, explica Denis Magaña, investigador de biotecnología.
En un recorrido por las veredas del Parque Ecológico Metropolitano del Sur, en la Reserva Ecológica de Cuxtal, Magaña muestra otras especies vegetales de alto valor medicinal y cultural para el pueblo maya, como el chacká blanco, utilizado en rituales, los hongos que purifican el agua que se filtra al subsuelo, el guarumbo para recubrir el tabaco, chaká rojo también para rituales, bromelia para combatir la parasitosis y más especies que sólo crecen en la selva de la península, entre el monte y los cenotes.
“Una vez que sea impactada el área de Cuxtal la reserva se va a perder y no habrá marcha atrás”, advierte este científico a quien se le ha prohibido informar para qué institución pública labora, cuando se trata de comentar sobre los efectos de la megaobra del Tren Maya sobre la reserva de Cuxtal, una zona de 10 mil 757 hectáreas que alberga 474 especies de plantas, 472 tipos de invertebrados y 17 reptiles.
“Sólo puedo hablar a título personal”, insiste el investigador; no obstante, alerta sobre los impactos de la ocupación de 35.75 hectáreas del proyecto sobre la reserva a la cual el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) destinará 278 millones de pesos a manera de “compensación y restauración ambiental”, según un convenio establecido en septiembre del año pasado con el municipio de Mérida y el Organismo Público Municipal Descentralizado de Operación y Administrador de la Zona sujeta a Conservación Ecológica Cuxtal.
El convenio, recuerda el investigador, fue firmado antes de que se diera a conocer el Manifiesto de Impacto Ambiental (MIA), presentado por el Fonatur y aprobado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), y el plan de construir un túnel para el paso del tren, cuando en este municipio el agua está a menos de 10 metros de profundidad.
“Todo se hizo sin consulta pública ni difusión de información a las comunidades, sin considerarse la gestión del agua, cuando es de todos”, denuncia Magaña.
Insiste en advertir sobre los daños catastróficos que las obras significarán para la práctica de la menipolicultura ancestral de los mayas, impactos que intentan detener los científicos, como él, en coordinación con las comunidades indígenas involucradas.
(Proceso/fragmento de reportaje de la edición 2311)