DOMINIO PÚBLICO
Por Francisco Maravilla
Como cualquier partido político en el poder, Morena no es distinto. Se replicó como los demás en su empeño de mantenerse en el poder a toda costa, y con cinismo, impulsar la reelección de sus presidentes municipales y legisladores en las elecciones de junio de este año. El argumento de los morenistas es dar continuidad y consolidar a la 4T. Nada más distante de la tropicalización de Andrés Manuel López Obrador. No le aportan mucho a su proyecto de nación. El poder y el dinero estarían desplazándolo. Lo único que han replicado en Puebla es la terquedad y la mitomanía. El extra de Morena, que los distingue y los ubica por abajo de otras administraciones en Puebla, es la ausencia de experiencia, su improvisación, no saber gobernar ni dar resultados. Y no es que las anteriores lo hubieran hecho bien o fueran mejores.
El gobernador Barbosa lo anticipó en el primer informe de gobierno de la edil Claudia Rivera Vivanco, a quien luego de exhibirla públicamente, le reprochó que en el ayuntamiento capitalino hubiera morenovallistas. Le dejó en claro que no se trataba de una alternancia de poder. Se trataba, ponderó: de un cambio de régimen. Condición no muy distinta a la del gobierno estatal.
Hasta ahora la entidad nada, o casi nada, ha cambiado con la variación en el poder. En década y media con la alternancia hemos padecido en Puebla corrupción, abusos de poder, excesos, ocurrencias, autoritarismo y la ineficacia de tres gobiernos emanados de distintos partidos políticos: PRI, PAN y Morena. Todos, pregonando el combate a la pobreza y a la inseguridad, el apoyo a los sectores más vulnerables y la participación ciudadana, arribaron al poder para después soslayar sus compromisos de campaña e intentar extender sus mandatos a través de sus grupos políticos: Mario Marín a través de Javier López Zavala; Rafael Moreno Valle dejándole el paso a Tony Gali y después a su esposa Martha Érika Alonso, y el actual gobernador podría ser la excepción, pero aún es prematuro saberlo.
A diferencia de su álter ego, quien ha anunciado que cuando concluya su mandato se retirará de la política, en Puebla la presidenta municipal, Claudia Rivera Vivanco, busca permanecer tres años más al frente de la comuna capitalina. Legisladores morenistas y sus aliados ya interrumpieron su labor en busca de reelegirse, ocupar otras posiciones o allanar su carrera a la gubernatura en el 2024. Están en su derecho, claro, pero que cinismo ocupar cargos públicos y políticos para conseguir lo que antes criticaban de sus antecesores.
El argumento morenista de cambio de régimen y de transformación ha caído en la desfachatez. De ejercer la autocrítica, ausente también en los gobiernos de Morena, se darían cuenta de que han fallado y que lo correcto sería retirarse. Así lo demuestra la evaluación ciudadana. A nivel nacional el gobierno estatal y el ayuntamiento de Puebla, encabezado por los morenistas Miguel Barbosa Huerta y Claudia Rivera Vivanco, confrontados desde la campaña del 2018, tienen las peores calificaciones en su desempeño. En descargo del mandatario local, es justo decir que se ha superado. De los 32 gobernadores del país, de la posición número 31 que ocupaba en diciembre del año pasado, subió a la 30. Invirtiendo la tabla, se traduce que pasó del segundo al tercer gobernador peor evaluado de México.
Caso contrario es el de la alcaldesa Rivera Vivanco que se ha estancado. Sin agraviar a los artistas de circo, desde su primer día como edil, inició su gestión con un acto circense y así ha permanecido. Es la peor calificada al frente de un ayuntamiento en el país. No tiene rival: ocupa el primer lugar. Su gobierno se basa, principalmente, en el alboroto, la prestidigitación y los malabares. Intenta confundir a los capitalinos con el primer lugar de transparencia; posición que ha obtenido el ayuntamiento poblano desde las administraciones morenovallistas. La transparencia no erradica la corrupción ni el mal gobierno. De ser así estaría aceptando y avalando, entonces, que sus antecesores no fueron corruptos y que sus gestiones fueron intachables.
Ambos, enarbolando la lucha contra la corrupción de AMLO, creen que insistiendo en combatirla en Puebla les es suficiente para cubrir sus deficiencias y extender los gobiernos morenistas. Las elecciones de junio de este año les demostrará lo contrario. La evaluación ciudadana que los califica entre los peores gobiernos del país y su descomposición interna son los principales lastres electorales de Morena-Puebla. Entre ellos se convirtieron en antropófagos electorales.